Es indudable que Agustín Lara fue uno de los compositores de música popular mas inspirados y prolíficos que nos concedió el pasado Siglo XX.
El Músico-Poeta a través de su genial obra, llegó a ser conocido y admirado mas allá de nuestras fronteras, particularmente en España y Francia, en Centro y Sudamérica, en Puerto Rico, en Dominicana y en Cuba.
El famoso Flaco de Oro le cantó a México entero, su entrañable patria y específicamente a su Veracruz querido, a su Tlacotalpan, que fue su tierra natal por adopción.
Pero su gran público, en muy buena parte, ignora que también le dedicó hermosas canciones a África, a la ciudad de Bogotá, Colombia y específicamente a Brasil.
Una de las partes mas importantes del legado de Lara a su enorme público, es su Suite Española, integrada por treinta y cinco piezas de orden español entre canciones, pasodobles, chotis, mazurcas y pasacalles. Así mismo, hizo nueve canciones francesas, tan francesas como las francesas que además el cantaba con su media voz en un francés perfecto.
Por esa razón, por su gran y reconocida calidad como compositor y como inspirado poeta, por la enorme cantidad de hermosas canciones que nos han hecho vibrar de amor y de emoción, el famoso Flaco de Oro ha sido merecedor de que se le recuerde con una estatua
perpetuando su delgaducha imagen.
Existen estatuas de don Agustín Lara en el Puerto de Veracruz; en Tlacotalpan en el mismo estado; en Monterrey, N.L., en La Habana, Cuba; en Los Ángeles Ca.; en Madrid, y en Granada, España y en un inexplicable contraste, no hay estatua alguna en la ciudad de México, la ciudad capital del País que lo vio nacer.
Analizando lo antes referido, me decidí a hacer todo lo que fuere necesario para que don Agustín tuviera su estatua en la fabulosa Ciudad de los Palacios.
Primero tendría que pensar en que lugar se podría instalar le referida estatua y después de considerar un gran número de posibles sitios, encontré el lugar idóneo: la pequeña Plaza California en el cruce de Insurgentes Sur y Holbein (eje 6 Sur).
Esa Placita contiene una enorme y espectacular fuente. Para evitar posibles problemas investigué que esa fuente fue donada por la empresa constructora Casas y Terrenos, S.A., en 1944 siendo Presidente de la República Manuel Ávila Camacho y Alcalde de la Ciudad don Javier Rojo Gómez. El diseño de la misma a cargo del arquitecto Vicente Mendiola.
Me dirigí al Instituto de Bellas Artes y al de Antropología e Historia y en ninguno de los dos había algún registro de la fuente como Obra de Arte ó como Joya Antropológica; además, el arquitecto autor del diseño ya no vivía. La Plaza California podía cambiar de nombre a Plaza Agustín Lara sin ofender a ningún paladín ó héroe.
La estatua quedaría en un lugar preponderante dentro del espejo de agua y sobre un pedestal de especial diseño para evitar el fácil acceso a las turbas que pudieran presentarse en un momento dado y sería encargada al escultor Humberto Peraza que ya tenía la experiencia de haber modelado al señor Lara.
La figura de bronce ya instalada, quedaría viendo de frente a la Plaza México, haciendo recordar la magnífica obra musical que el compositor dedicó a la fiesta de toros.
El Proyecto también incluiría la sonorización de la Plaza Agustín Lara haciendo escuchar por medio de un equipo digitalizado, una canción del maestro cada hora comenzando a las siete de la mañana y terminando a las nueve de la noche. Habría que organizar cuatro ó cinco programas para que se pudiera ir variando uno distinto cada semana y también habría que cuidar que invariablemente sonara Granada a las doce de medio día y un pasodoble taurino Novillero, Fermín, Silverio ó El Cordobés a las cuatro de la tarde que es la hora del Toro. Para la despedida a las nueve de la noche se podría programar Farolito, Noche de Ronda, ó La Clave Azul.
El Proyecto estaba completo aunque todavía pendiente de pulirlo, yo ya contaba con el presupuesto del escultor, del pedestal y del equipo de sonorización. Ahora necesitaba inventar como hacerlo llegar a quien correspondía aprobarlo ó en su caso, mandarlo a la lista de los eternos pendientes y esa persona se llamaba Manuel Camacho Solís, regente de la ciudad.
Yo sabía con sólidos fundamentos e históricas experiencias que si se me hacía el milagro de poder entrevistarme con ese personaje, si acaso me iba a escuchar y después me dejaría archivado en sus pendientes.
Entonces se me prendió el foco y recurrí a Juan Pedro Dávalos, condiscípulo de mi hijo Gabriel, ellos habían sido compañeros en la Facultad de Derecho de la UNAM y ahora Juan Pedro había sido nombrado secretario particular de la señora Cecilia Occelli esposa del Presidente de la República Carlos Salinas de Gortari.
El 8 de Agosto de 1990 le escribí una muy pensada carta a la primera dama del país y se le hice llegar por conducto de su secretario particular, nuestro amigo Lic. Dávalos. En esa misiva le solicitaba su valioso apoyo para lograr el tan merecido homenaje al gran compositor que tanto le cantó a la mujer y al amor.
La reacción no se hizo esperar, la señora Occelli, sus hermanas y su mismísima mamá eran admiradoras del flaco enamorado. La distinguida señora dio instrucciones para hacerle saber al señor regente del Proyecto de la dedicación de la plaza y estatua en memoria del compositor.
Esperando que hubiera una pronta reacción, me preparé para tener cierta personalidad no como individuo sino como grupo y entonces fue que recurrí al grupo Rosa Mexicano. Yo ya conocía a Ana Luisa Peluffo que además era mi vecina, también conocía a Irma Dorantes pues años antes le vendimos nuestra casa a su linda hija Irma Infante. Ellas se encargarían de invitar a Ana Bertha Lepe y a María Duval.
Para que conocieran el Proyecto, preparé una reunión en el teatro con el que contábamos en casa, proyectando en pantalla una serie de diapositivas en las que se veía desde diferentes ángulos la referida fuente con el montaje de la estatua sobre su pedestal.
Estábamos por empezar cuando llamaron a la puerta. Se trataba del Lic. Arnaldo Martínez Osegueda que acudía a la reunión en representación del regente Manuel Camacho Solís.
Lo mejor de esa visita fue ese apretón de manos al recibir a Arnaldo, pues sin duda selló el inicio de una valiosa amistad que ha perdurado a lo largo de veintiún años. La reunión se llevó a efecto y el regente recibió el reporte y nos dio cita.
Acudimos puntuales. Yo había tenido la feliz ocurrencia de invitar también al querido matador de toros Silverio Pérez que junto con su yerno, mi querido compadre el respetable texcocano José Luís Garay acudieron sumándose al grupo.
Después de una larga espera, apareció el regente advirtiendo que solamente contaba con tres minutos para escuchar nuestra exposición. Afortunadamente teníamos montado el proyector y la pantalla y en una forma muy rápida se dio por enterado. Nos dijo que consideraba viable el proyecto y que se lo presentáramos al Delegado de Benito Juárez, Lic. Jorge Lomelín.
Hicimos esa nueva cita e hicimos nuevamente la exposición. El Proyecto por fin caminó llegando a manos de Alejandra Moreno Toscano de Acción Social del DDF, quien citó al escultor y lo echó a andar entregándole su correspondiente anticipo.
Todo iba caminando mas ó menos bien, como se acostumbra en la realización de los proyectos manejados por el gobierno hasta que una nochecita, a cuatro meses de la carta a doña Cecilia Occelli de Salinas, precisamente el 13 de Diciembre en el programa La Tocada de la bellísima Verónica Castro, su invitada especial María Félix, se expresó despótica y burlonamente de las obras que Camacho Solís realizaba en el Centro Histórico de la señorial Ciudad de México, alegando con todas sus letras que era un muladar que olía a meados.
Como siempre, los políticos persiguen al precio que sea las adulaciones y se ponen a temblar cuando se les voltea el chirrión por el palito y surgen ataques y burlas sobre lo que ellos consideran sus grandes obras de proyección para que llegado el momento puedan capitalizar el mayor número de votos a su favor.
Entonces fue que don Manuel Camacho pretendió conseguir un verdadero imposible pues tuvo la comprometida idea de lograr que María Félix, la mujer mas prepotente y petulante en la historia de nuestro país, se desdijera y en alguna forma restaurara el crédito que había deteriorado el concepto de las obras de dignificación del Centro Histórico. Obras costeadas por su gobierno y por la iniciativa privada.
Así fue que recurrió a su amigo Diego Valadés ex Procurador General de Justicia del D.F. y ex Procurador General de la República y gran amigo de la señora Félix para que invitara a comer a ese diablo de mujer al restaurante Prendes, su favorito y el, Manuel Camacho, se haría el aparecido a la hora del café para que atendiendo a la simulada invitación de Valadés se resvalara y los acompañara por un rato.
Así lo hicieron y llegando al tan esperado momento, Camacho Solís le preguntó a la Doña: Y ya está usted enterada de que en breve vamos a instalar una estatua de don Agustín Lara en la avenida Insurgentes, una de la más largas del mundo? A lo que María replicó: No, no lo sabía, pero no comprendo porqué en Insurgentes si el Flaco y yo somos de Polanco, pertenecemos a Polanco…..esa estatua se va a poner en Polanco, yo le diré donde y además….tome nota, la voy a develar yo, porque el Flaco será de México pero también es mío y se acabó.
Así, después de haber “arreglado” el problema, el triunfante regente obedeciendo al capricho de esa arbitraria e insaciable hiena, se desprendió de la estatua del castigado maestro Lara situándola en un pequeñísimo camellón de forma triangular en la confluencia de las calles de Campos Elíseos y Rubén Darío en un ámbito de edificios altos ocupados por la colonia judía residente en la capital mexicana.
El día de la revelación, fecha elegida por la mediocre actriz dejó ver una placa que reza:
AGUSTÍN LARA
1900 – 1970
HOMENAJE DE AMOR DE
MARÍA FÉLIX
Y DE SUS AMIGOS DE LA
CIUDAD DE MÉXICO
Como siempre: María Félix y los demás, sin importarle que la fecha está equivocada pues dice 1900 debiendo ser 1897 probablemente la vieja nunca supo cuando nació el maestro.